Tan seguro como que hubo enseñanza de la Medicina en la Edad Media, es el hecho de que no tenemos en España documentación original directa que lo corrobore, en ninguna de las Universidades que existieron, ni siquiera en la de Salamanca. García Ballester escribe sobre ello: “No tenemos datos que nos permitan afirmar que la facultad de medicina funcionara durante el siglo XIII”1. Tanto él como Marcelino Amasuno se ven obligados a avanzar hasta 1381: “Lo sorprendente de este documento es la ausencia total de cualquier persona conectada con las ciencias médicas. ¿Cuál puede ser la causa de esta ausencia? ¿Nos encontramos aquí con un caso de los que ha mencionado en líneas anteriores el padre Beltrán de Heredia, o por lo contrario los encargados de las dos cátedras de medicina tal vez estuviesen ausentes en ese momento del Estudio?. El padre Beltrán de Heredia ni menciona este silenciamiento, en cambio Goñi Gaztambide señala, en una línea, la ausencia de los catedráticos de lógica y medicina, sin otro comentario”2. En otra trabajo, el mismo Amasuno reflexiona: “Las posibilidades de que la Escuela de medicina haya poseído dos cátedras en los años inmediatamente anteriores a 1381, no parecen muy fundadas”3.
Un paso en la explicación del problema sería: “La existencia de una real cédula de Enrique III, fechada en Valladolid el 4 de septiembre de 1391, parece confirmar, sin ningún género de dudas, la puesta en funcionamiento de la Escuela. En dicho documento, el rey castellano, dirigiéndose a las autoridades municipales de la ciudad, se expresa en estos términos: “Y en dicha cibdat que echades y derramades algunas quantías de maravedís por los maestros de gramática e de lógica e de filosofía e de las otras artes”4. En esas “artes” debía estar contenida la Medicina, pero no formando parte de las Facultades, sino de las Escuelas Menores, lo que explica la ausencia de catedráticos. “De forma rotunda queda confirmada la existencia del catedrático o catedráticos de medicina en la ciudad. ¿Cómo explicar esta ausencia de referencias en la documentación universitaria?”5. Ballester es algo más vago: “También a finales de siglo pertenece la real cédula de Enrique III (4 de septiembre de 1391) donde el rey se hizo eco, desde Valladolid, de algunas quejas de los ‘maestros de gramática e de lógica e de filosofía’. Todo parece apuntar a que los estudios médicos se afirmaron en la Universidad de Salamanca a lo largo del siglo XIV”6. Nadie encuentra catedráticos porque no existía Facultas y en las Escuelas los encargados de la docencia no alcanzaban título mayor que el de maestros.
Subamos hasta 1403: “Nueve años después de las primeras gracias otorgadas a la Universidad [de Salamanca], en octubre de 1403, se renueva otra serie de favores a distintos personajes del Estudio, en el que no figura ni catedrático ni estudiante de medicina”7.
El año de la primera prueba documental de la existencia de una Facultad de Medicina en Salamanca sería 1405. Dice Amasuno: “El documento que esto acredita, custodiado en el Archivo Universitario de Salamanca, consiste en una serie de notas referentes a las distintas cátedras y cuentas que van desde 1405 a 1408”8; la primera anotación, “la cátedra de prima de física que tiene el maestro…”, es del año de 1406, suponiéndose que si cobraba en 1406 debía haber trabajado el anterior de 1405. García Ballester comenta: “La paciente reconstrucción de Amasuno nos permite conocer los nombres de quienes enseñaron medicina […] a partir de 1405-1406”9.
Hasta esas fechas es imposible hallar documentación sobre Facultades médicas, porque no las hubo. La medicina estuvo hasta entonces considerada un Arte, la física, como indica la cédula salmantina de 1391, al referirse a “maestros de gramática e de lógica e de filosofía e de física e de las otras artes.
La Medicina se convirtió en Facultad, por orden del rey, solamente en estos años de 1404-1405 y más o menos coetáneamente en ambas Universidades Mayores castellanas: Salamanca y Valladolid. En Salamanca tenemos esas anotaciones que permiten suponer que hubo clases mayores a partir de 1405; en Valladolid no existe duda de que comenzaron en 1404, puesto que se conserva la Real Provisión de Enrique III, fechada en León, 9 de junio de dicho año, con el nombramiento del primer catedrático médico vallisoletano; un catedrático que todavía se llama maestro: el maestre Domingo.
Teniendo en cuenta lo anterior, la Facultad de Medicina de Valladolid es, como tal Facultad, no como Estudio, la primera que puede demostrar documentalmente su fecha de origen; la más antigua fecha de origen, luego la primera Facultad de Medicina de España. Decía Jerónimo de Huerta “médico y filósofo”, en 1628: “la caudalosa fuente de su erudición a las escuelas Pincianas, origen y principio de todas las que en España florecen”10.
La época más gloriosa de la Facultad fueron los siglos XVI y XVII. A lo largo del XVI se hizo desdoblamiento de la única cátedra de Medicina hasta entonces existente – contra lo que se ha dicho, la Universidad de Valladolid era una institución bastante pobre – por provisión real de Carlos V, en el año 1534; y se fundó la cátedra de Cirugía por Felipe II, en 1594.
La Anatomía merece una atención especial, porque en Valladolid, por Provisión de Carlos V, se creó la primera cátedra de anatomía y se hicieron las primeras disecciones modernas en España, en el año 1551, y porque en Valladolid se escribió el primer tratado de anatomía en lengua castellana, el Libro de la Anothomía del hombre, por el catedrático de la Facultad, doctor Bernardino Montaña de Monserrate, también en 1551.
Fue época de grandes figuras, de catedráticos que se convertían automáticamente en médicos y cirujanos reales, sean Luis de Mercado, Dionisio Daza Chacón, Antonio Ponce de Santa Cruz, Gaspar Bravo de Sobremonte, Cipriano Maroja, Jerónimo Pardo, etc. Uno de estos médicos reales, el doctor Miguel Polanco, creó un Colegio de Médicos de San Rafael, además de fundar la cátedra de Prima de Hipócrates, para perfeccionamiento de los estudiantes médicos ya graduados.
Las dos escuelas dominantes en la Medicina española de los siglos XVI y XVII fueron Alcalá y Valladolid; dos Facultades que, por consiguiente, aportaban el mayor número de Médicos de Cámara a la corona. Henríquez de Villacorta ilustra sobre ello. Había desacuerdo entre médicos de cámara y protomédicos en lo referente a la terapia que debía aplicarse al príncipe Próspero Felipe. Tres contra tres. ¿Cómo romper el empate? Llamando a consulta a los catedráticos de Prima de Alcalá y Valladolid.11
Dos escuelas que proyectaron su influencia hasta parte del XVIII. Las diferencias fundamentales entre ambas eran las siguientes: en lo que hace a medicina antigua, los de Alcalá se consideraban trilingües, es decir, capaces de entender lo que verdaderamente habían dicho Galeno e Hipócrates, porque sabían griego; los de Valladolid no sabían griego, así que no podían discutir la traducción exacta de las palabras, pero eran más diestros en filosofía, considerando que lo importante no era saber exactamente lo que estaba escrito, sino lo que había querido decir el autor al escribirlo; de manera que los alcalaínos, con Francisco Valles como figura adorada, se agruparon en torno a un galenismo más intransigente que el vallisoletano12, denominado galenismo moderado. Otro rasgo de los vallisoletanos era su culto a Hipócrates.
Dos escuelas que extendían su influencia a la Farmacia. Problema nacional: ¿Cómo debía hacerse la lavación con agua pluvial del acíbar, para aminorar sus efectos purgativos?. Solución: “por las razones que tan doctamente han alegado Boticarios de Madrid, y Valladolid, pro utraque parte”13.
De las dos diferentes maneras de enfrentarse con los textos médicos derivaron dos estilos terapéuticos distintos. Los de Alcalá eran muy amigos de la sangría, los de Valladolid la apartaban de sus procedimientos tanto como podían; los de Alcalá eran inclinados a los grandes remedios, los vallisoletanos a los pequeños y a la terapia minorativa. Hernández Morejón escribía, refiriéndose a Antonio Ponce de Santa Cruz: “fue uno de los primeros que con más calor tomaron la impugnación del sumo desorden con que los médicos mandaban sangrar”14.
Ejemplo de lo dicho, es el testimonio del portugués Tomé Pinheiro da Veiga, asistente a las grandes fiestas ofrecidas al rey a orillas del Pisuerga en 1605: “Las dietas de Castilla son solemnísimas, porque en los primeros días de pleuresía dan luego gallina y carnero, pocas veces lo niegan, y por la noche ave asada, y huevos nunca los niegan; y en las fiebres, bizcochos de huevos y pancacas, que son sopas torradas con manteca, melocotones asados y peras, y así me curaron de mi tabardillo. Las sangrías por casualidad pasan de tres: dos en un día nunca se dan15. Los jaropes y purgas son suavísimos […]”16.
El alcalaíno Manuel Martínez recalca las diferencias en su obra: “Quae opinio recepta est propter suum Patronum, & primum defensorem N.P.G. [nuestro Pedro García] ut iam opinio Complutensis dicatur. & veluti per modum litigii contra Vallesoletanos defendatur”; o “Nostra igitur opinionem antiquorum est, & non Vallesoletana”17.
Hasta el propio Cabriada, faro de los Novatores, se hará eco del enfrentamiento existente entre ambas escuelas: “Pondré aquí algunos de los autores más clásicos, que siguen la escuela galénica. Sea el primero el Doctor Ludovico Mercado […] dice el mismo autor (Aquí la atención) Que aunque digan algunos médicos comúnmente, que en todas las calenturas podridas se ha de sangrar, que es máxima establecida : Que adonde prevalece la cacochimia, o crudezas, se ha de expurgar, y que no se ha de entrar evacuando sangre temerariamente, como está decretado por Galeno”18 (Cabriada 1687, 50-1).
Un enfrentamiento que hace considerar a Boix, en 1771, una verdadera desgracia para el enfermo, que en su cura coincidan un médico vallisoletano y otro alcalaíno, ya que el primero ordenará irremediablemente purga y el segundo sangría, sin alcanzar acuerdo: “Si la desgracia de el enfermo es tal, que el un Médico haya estudiado por Mercado, y el otro por Heredia se suelen salir de la Junta sin determinar remedio; y a veces después de palabras, lo que sabemos : porque uno quiere purga, y el otro sangría. En estas contiendas llaman un tercero, y este por no malquistarse con Heredia19, ni con Mercado, ni menos con los que siguen su doctrina dice: Pues quien duda, que estando purgado este enfermo en el principio, que se ha de sangrar inmediatamente”20.
Filosofía e Hipócrates son los guías de la Medicina vallisoletana y por ello figuran tan frecuentemente en los títulos de las obras editadas por los autores locales: Opuscula Médica, et Philosohpica ad Philippum III… Madrid: T. Junta, 1624, de Antonio Ponce de Santa Cruz, que contiene el libro De Hippocratica Philosophia; Opusculum de Fascino, Theologis haud inutile, Philosophis proficuum… Lyon: Ph. Borde, L. Arnaud & Cl. Rigaud, 1653, de Juan Lázaro Gutiérrez; o el Tratado del vino aguado, y agua envinada, sobre el Aforismo 56 de la seccion 7 de Hipocrates, Valladolid: Valdivielso 1661, de Jerónimo Pardo. En lo relativo a las tendencias terapéuticas conservadoras, el manifiesto de la escuela es el De Impedimentis Magnorum Auxiliorum, in Morborum curatione Lib III Ad Tyrones. Quibus omnes difficultates quae se in magnis periculis offerunt ex mente Antiquitatis, explicantur opus ita necessarium, ut merito curationis directorium possita appellati, Madrid: Tipografía Regia, 1629; que se refleja con ecos lejanos en el Tractatus de Minorativa Purgatione…, Zaragoza: D. Dormer, 1681, de Antonio Galante de Seoane, “Medici Pinciani”.
En el XVIII, el dato local más relevante es la fundación de la Real Academia de Medicina (1731), la segunda en antigüedad de España. Conforme a los vientos del siglo, no faltó tampoco en ella una Real Academia de Cirugía, independiente de la anterior, a uno de cuyos directores, Antonio Lavedán, debe la medicina española decimonónica la incorporación, por la vía de la traducción, de un gran número de textos claves publicados en Europa y un Tratado de los usos, abusos, propiedades y virtudes del tabaco, café, té y chocolate (1796), que sigue gozando de fama y renombre, sobre todo en América.
A partir de las guerras napoleónicas, la Facultad vallisoletana pasó a ser de segundo rango, un mero trampolín hacia las cátedras de Madrid. Pocos datos de interés pueden ofrecerse y más anecdóticos que científicos desde entonces hasta la Guerra Civil. Por lo anecdótico, el primer título de médico concedido una mujer en 1886, quinto de España, a Luisa Domingo García – hubo otra anterior, que se matriculó en 1878, pero solamente llegó hasta cuarto curso –; por lo científico, la extraordinaria labor llevada en el exilio por Pio del Río-Hortega e Isaac Costero Tudanca. Años de guerras y necesidades en los que predominó claramente la docencia sobre la investigación
1García Ballester, L. “La producción y circulación de obras médicas”, en Historia de la Ciencia y de la Técnica en la Corona de Castilla. I. Edad Media. Valladolid, 2002; p. 713.
2Amasuno, M. La Escuela de Medicina del Estudio Salmantino (Siglos XIII-XV), Salamanca, 1990, p. 46.
3Amasuno, M. Medicina Castellano-Leonesa Bajo Medieval. Valladolid, 1991, p. 88.
4Amasuno (1990), pp. 46-7.
5Ibidem, p. 47.
6García Ballester (2002), p. 713.
7Amasuno (1990), p. 47.
8Amasuno (1991), p. 89.
9García Ballester (2002), p. 713.
10Huerta, J. Problemas Filosóficos, Madrid: J. González, 1628, pag. 96v.
11Consultatio Medica pro Serenissimo Principe Nostro Prospero, 1-1668, I.
12De Henríquez de Villacorta dice Hernández Morejón: “muchos le llamaban el Galeno Español […] y bajo este concepto le retrató bien el doctor Martín Martínez en sus obras, considerándole como un ingenio nacido para corromper el entendimiento de la juventud médica”.
13Villa, E. Examen de Boticarios. Burgos: Huydobro, 1632, p. 160.
14Hernández Morejón, A. Historia Bibliográfica de la Medicina Española, tomo IV, Madrid, 1846, pag. 172.
15El subrayado es mío.
16Pinheiro da Veiga, T. Fastiginia, trad. y notas de N. Alonso Cortés, Valladolid: Ámbito, 1989, p. 309.
17Martínez, M.M. De rebus naturalibus, Alcalá: A. Duplastre, 1637, pags. 19 y 21 respectivamente.
18Cabriada, J. De los Tiempos y Experiencias, Madrid: L.A. Bedmar, 1687, pags. 50-51.
19Los de Alcalá seguían lo expuesto por Heredia en el capítulo “De expurgatione juxta singularem doctrinam Mercati” (1690, 481-2).
20Boix, M.M. Hipócrates defendido, Madrid: M. Blanco, 1711, pag. 60.